Se acusa muchas veces a la religión de ser antropocéntrica. Se le acusa de tener la idea de que el ser humano es, de alguna manera, el centro del universo y que Dios ha creado ese universo en función de él. Esta visión se considera poco creíble teniendo en cuenta los resultados de la ciencia acerca del universo y la evolución.
No obstante, si analizamos la forma en que funciona la ciencia, en su núcleo también presenta lo que podríamos llamar antropocentrismo.
¿En qué me baso para hacer semejante afirmación?
Si observamos de cerca, veremos que los científicos, en su investigación, asumen implícitamente que su mente está configurada de forma que pueda comprender la realidad. Es lógico. Si no asumimos eso, ¿porqué vamos a hacer ciencia?
Lo que me llama poderosamente la atención es que eso me parece una forma de antropocentrismo o, incluso de antropomorfismo.
De alguna forma, para el científico la realidad tiene una forma racional y entendible por el ser humano (antropomórfica) y, en mi opinión, esto implica que, en ese sentido, sí somos el centro del universo (antropocentrismo).
Todo esto es muy interesante porque conecta la idea básica de las religiones monoteístas con la misma esencia de los supuestos de la ciencia (realidad externa a nosotros y nuestra capacidad de conocerla).
A pesar de todo, esto tiene que matizarse y ahí empieza lo más interesante.
Tras investigar la realidad e ir avanzando acerca de su configuración y acerca del proceso evolutivo, no se pueden hacer esas afirmaciones tan tajantes acerca del ser humano.
En realidad, todo parece indicar que los seres humanos como tales somos un producto accidental del universo y fruto de demasiadas contingencias azarosas y accidentales.
Entonces, ¿en qué quedan esas observaciones de antropocentrismo y antropomorfismo aplicados a la ciencia?
Pienso que no se aplican al ser humano como tal, sino a algo más esencial: nuestra inteligencia.
Los seres humanos seguramente somos un punto intermedio evolutivo entre otros. Quizás en millones de años evolucionemos hacia a seres mentalmente inimaginables por nosotros. O quizás seamos un callejón sin salida. Es posible.
Lo que sí tengo claro es que nuestra inteligencia, nuestra capacidad de autoconsciencia y análisis de la realidad, no son un callejón sin salida ni algo trivial, sino una propiedad emergente de la materia que nos comunica algo muy profundo acerca esa realidad.
Seguramente nosotros sólo poseemos un destello inicial de esa capacidad que llamo "inteligencia", pero en ella radica el CENTRO alrededor del que gravita la ciencia.
Mi postura no es un antropocentrismo, sino un inteligenciocentrismo. Una propiedad de la que el ser humana presenta un destello.
Creo que la religión, en su antropocentrismo vislumbró toscamente algo que responde a la realidad y que es el inteligenciocentrismo que se esconde en la ciencia.
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